¿Qué es el Safe and Sound Protocol (SSP)?
Por el Dr. Stephen Porges (Extractos de su libro Guía de bolsillo de la teoría polivagal. ©Editorial Eleftheria, 2018) Safe and Sound Protocol.
SSP (por sus siglas en inglés) es una intervención en la escucha destinada a reducir hipersensibilidades auditivas, mejorar el procesamiento auditivo, calmar el estado fisiológico y favorecer la conexión social espontánea. Dese el punto de vista teórico, el SSP se aleja de las disciplinas que suelen rodear el tratamiento de trastornos del procesamiento auditivo, que recalcan el papel de las estructuras centrales a la hora de procesar el habla.
El SSP se concibió teóricamente para reducir las hipersensibilidades auditivas, mediante la activación de las funciones de anti-enmascaramiento propias de los músculos del oído medio, con el fin de optimizar la función de transferencia de éste para procesar el habla humana. El SSP parte de un modelo «de ejercitación» que se sirve de la estimulación acústica modificada por ordenador para modular la banda de frecuencias que llega al participante. En teoría, las características frecuenciales de la estimulación acústica se seleccionan según las ponderaciones y la banda de frecuencias documentadas que se asocian a las técnicas contemporáneas empleadas para extraer la voz humana de los sonidos de fondo. En la escucha normal del habla humana, por unos mecanismos centrales descendientes, los músculos del oído medio contraen y endurecen la cadena osicular. Este proceso cambia la función de transferencia del oído medio, elimina eficazmente la mayoría de los sonidos de fondo de baja frecuencia «enmascaradores» del entorno acústico y permite que las estructuras cerebrales superiores procesen la voz humana con mayor efectividad.
Al parecer, la modulación de la energía acústica de las frecuencias de la voz humana, parecida a la prosodia vocal exagerada, activa y modula la regulación neuronal de los músculos del oído medio, reduce funcionalmente las hipersensibilidades auditivas, estimula la conexión social espontánea y calma el estado fisiológico aumentando la influencia de las vías vagales ventrales en el corazón. En principio, la música vocal se procesa para «ejercitar» la regulación neuronal de los músculos del oído medio, con el propósito de mejorar el procesamiento auditivo de las vocalizaciones humanas. Los estímulos acústicos, que representan la gama de sonidos del habla humana normal, se modulan y se suministran a ambos oídos.
Los estímulos de la intervención llegan a través de unos auriculares. El protocolo consiste en 60 minutos de escucha durante cinco días consecutivos. Se emite por medio de un dispositivo MP3 o iPod, en una estancia silenciosa, sin grandes distracciones; entretanto, el terapeuta o progenitor ejercen un acompañamiento amable. Para más información, ver Porges et al. (2013, 2014) y Porges y Lewis (2010). […] Llevo investigando esta intervención desde finales de los noventa, cuando probé una tecnología para estimular características de la teoría polivagal. La teoría polivagal –especialmente cuando hace hincapié en el sistema de conexión social– parte de la premisa de que, al usar vocalizaciones prosódicas para activar los músculos del oído medio, los que nos ayudan a distinguir la voz humana del sonido de fondo por medio de la información neuronal, esta forma de escucha activa cambiará el estado fisiológico y hará al individuo más espontáneamente sociable. Este sistema, observado cuando una madre recurre a una voz extremadamente modulada para relajar al bebé, en principio se activa al escuchar voces muy prosódicas, con una gran variación de tono.
Se trata de un modelo sucinto consistente en suministrar al sistema nervioso indicios acústicos que provoquen neurocepción de seguridad. Al poner a prueba la intervención con niños autistas, los efectos fueron asombrosos (ver Porges et. al., 2013; Porges et. al., 2014). En la última década, más de doscientos niños y varios adultos han participado en nuestras investigaciones, donde hemos aplicado la intervención en la escucha. Hemos detectado reducciones de hipersensibilidades acústicas, mejoras en el procesamiento auditivo, incrementos del comportamiento social espontáneo y mayor regulación vagal cardíaca (esto es, arritmia sinusal respiratoria). […] La intervención Safe and Sound Protocol consiste en escuchar estimulación acústica. El Safe and Sound Protocol emplea música vocal, porque queremos poner de relieve los rasgos prosódicos de la voz humana. […] Si escuchamos una voz caracterizada por un grado elevado de modulación tonal, el sistema nervioso empieza a provocar un estado asociado a la seguridad. Sabiendo esto, amplificamos los rasgos prosódicos de la música vocal mediante algoritmos informáticos especialmente diseñados. Si lo escuchara, a veces le parecería que la música se apaga. Sonaría muy débil, bajito; a continuación, iría aumentando, para luego debilitarse de nuevo. Al desaparecer los sonidos, tal vez se esforzaría más por oírlos, y podría tener una sensación subjetiva de pérdida.
Cuando el sonido empezara a volver, podría invadirle una sensación de euforia. Al modelar las bandas de frecuencia, nos sentimos subjetivamente arrastrados dentro y fuera del entorno acústico. El propósito de la intervención era activar los circuitos neuronales que intervienen en una neurocepción de seguridad, habitualmente provocados por voces prosódicas similares a las de una madre calmando a su bebé. La intervención amplifica la prosodia, no el volumen. Eso significa que la intervención vuelve los rasgos acústicos de las vocalizaciones más melódicos, con más variaciones en la entonación. Además, se suprimen los sonidos de baja frecuencia que normalmente provocarían reacciones defensivas. Estos estímulos acústicos modificados se presentan al niño en una estancia silenciosa, donde se tiene en cuenta que al pequeño tal vez le cueste hacer frente a otras formas de estimulación, incluidas las interacciones con otros humanos. La intervención tiene dos vertientes: primero, mantener al chiquillo en un estado fisiológico relajado que favorezca las sensaciones de seguridad; segundo, exponerlo a la estimulación acústica modulada. La única forma de que el sistema nervioso pueda regular los músculos del oído medio es que no necesite estar hipervigilante y defensivo. Así el niño puede disfrutar de los beneficios neurofisiológicos de los sonidos modulados.
Yo veo la intervención como un ejercicio neuronal que precisa de la escucha pasiva de sonidos. Estos sonidos provocan la necesidad del sistema nervioso de vocalizaciones prosódicas, o su interés preconfigurado por ellas. Observar a los niños participando en la intervención es una oportunidad de ver en acción el circuito neuronal que regula todo el sistema de conexión social. En muchos de los participantes, los músculos faciales se animan. La prosodia aumenta en las vocalizaciones de los pequeños, que pueden escuchar mejor sus propias voces. Desde la perspectiva funcional, la intervención también fomenta la regulación vagal cardíaca, lo que apacigua el estado fisiológico y vuelve las voces más prosódicas.